los muertos*
Los hombres soñamos siempre
que hablamos de la muerte.
GOETHE
Me atrevo a hablar de los muertos
como cualquier curita lo hace de la familia.
Así de fácil…
a la distancia.
Como si la distancia
fuera lo que nos distancia.
En esta estancia
de estar
y dejar de estar…
Y en esa instancia
que es un instante,
y el cuerpo que insta a instalarse,
insólito,
solo.
Sol que no da más luz,
sólo da olor.
Salva.
Insalvable tempestad
que llega a todos
enhorabuena.
Nadie viene.
Todos vamos.
Y los registros de voz
que se van perdiendo;
acaso sea lo primero
que se pierde del muerto.
Acaso sea…
acalorado.
Y esa frialdad que te congela el alma.
El frío también quema.
A quemarropa.
Arrorró mi niño en la cuna.
Arroz en la iglesia,
Arrojado en el cajón.
Amortajado, ajado.
Enteramente roto.
Suelto.
Y no hay vuelto.
¡Quién sabe si quieren volver!
Pero no querían irse.
Asumo que los disfruté.
Anoche los soñé.
Acaso sea la viva manera
de traerlos conmigo.
Acá… el sosiego se respira.
Aunque a veces, me ahogo…
¿¡Cómo seguir diciéndole al presente
que en paz descanses!?
Acaso sea la manera de los muertos
de tenerme con ellos.
No estoy ni aquí ni allá.
Y no es mentira que tengo alas.
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