Hace muchos años en las montañas de Kambiar,
habitaban dos familias que no se conocían entre sí pero quedarían unidas por un
mismo destino.
Desde hacía mucho, Jack criaba solo a su hijo, Tom,
ya que su mujer los había abandonado. Tom fue creciendo a su lado. Desde niño
fue humilde y bueno. Ágil, ayudaba a su
padre a cortar leña en los bosques de las montañas.
Todas las noches, antes de dormir, Jack le contaba
la leyenda de un lobo que habitaba en las profundidades del bosque tenebroso.
“Desde hace muchos años, en lo más oscuro de las
montañas vive un lobo legendario. Nadie puede llegar a él porque todos temen no
salir vivos. Tox, el lobo, fue maldecido
por una bruja. Quien sea mordido por él, se convertirá en una bestia.”
El padre seguía: “sólo el amor puede romper el
hechizo y salvar a Tox y a sus víctimas”.
En el pueblo murmuraban que la bestia acechaba.
Nadie abandonaba su casa a la caída del sol. Las noches eran oscuras y frías y
sólo algunos aullidos rompían el silencio de luna llena.
Mientras Jack contaba la historia, desde lejos se
oían gruñidos mezclados con el viento.
Así, cada noche, Tom caía en el sueño.
Desde que recordaba tuvo sueños extraños. Lobos
habitaban sus noches y, al despertar, su corazón galopaba como un caballo
desbocado.
Con el tiempo, Tom se hizo de amigos, hijos de
otros aldeanos. Al cumplir diecinueve años, su padre le organizó una humilde
fiesta y lo agasajó con una torta. Uno de sus amigos le regaló una escopeta de
caza. Era costumbre de la región que los jóvenes salieran de cacería por las
tardes.
Un día, Tom salió a cazar con otros muchachos de la
aldea. Brian, uno de sus mejores amigos, había disparado a una gacela
hiriéndola. Comenzaron a perseguirla. Entusiasmados se adentraron en el bosque
más que de costumbre. Cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, Tom
advirtió a sus amigos acerca de los peligros de ese lugar. Cuando miró hacia
atrás buscando a Brian y los otros, Tom no halló a nadie. Estaba solo y la luna
ya clareaba en lo alto del cielo.
Con su arma y su miedo a cuestas, corrió entre los
árboles pero no halló el camino a la aldea.
Jack, entretanto muy asustado, salió en su busca
pero no halló rastros de él.
Comenzaron los aullidos. Eran las estaciones del
frío y Tom trató de hacer fuego para calentarse. Se recostó y se durmió al
calor de las llamas. Al día siguiente, pudo regresar a su casa. Apenas lo vio,
Jack se alegró pero su rostro se transformó de repente. Una gran mordedura
marcaba el cuello de su hijo. Había sido luna llena.
El padre, alarmado, lo acompañó a su casa, lo
acostó y le preparó una cena caliente.
Con el tiempo, el cuerpo de Tom se volvió más
fibroso, ágil y fuerte. Su comportamiento cambió. Jack estaba horrorizado. Una
tarde sorprendió a su hijo comiendo a dentelladas la carne aún tibia de un
ciervo que, evidentemente, había cazado como un animal.
En el pueblo se comentaba que habría una gran
celebración en honor a los dioses. Todos podrían participar con la condición de
llevar una ofrenda. El padre se sorprendió al saber que Tom no pensaba asistir.
Luego de discutir, el joven accedió sin muchas ganas.
En la fiesta, Tom, vagaba entre la gente desanimado.
De repente, algo llamó su atención. Una joven bailaba en medio de una ronda. Sus
cabellos dorados y sus ojos verdes brillaban en la noche reflejando el fuego
que ardía en las lámparas. Su vestido blanco acompañaba sus movimientos. Tom
nunca había visto tanta belleza. La comparó a las estrellas que brillaban en el
cielo de verano. No podía dejar de mirarla. Tom era muy apuesto también. Sus
ojos café eran profundos y Lucía sintió su mirada como una espada. Trató de
disimular pero no podía sacarse de su cabeza esos ojos oscuros que la atravesaban.
El muchacho tomó coraje y, acercándose a la joven,
le pidió que le concediera un baile. Bailaron toda la noche. Al terminar la
fiesta, quedaron en encontrarse al día siguiente. Lucía sabía que no sería
fácil ya que pertenecía a una de las familias más importantes de la región y
pocas veces tenía la posibilidad de salir sola.
Con la ayuda de Brenda, su hermana menor, logró
escapar de su casa. La hermana ayudaba a Lucía no porque la quisiera sino para
saber qué estaba tramando; siempre había vivido bajo la sombra de Lucía. La
envidia oscurecía su corazón.
Tom la había citado en un lugar muy importante para
él. La esperaba detrás de un árbol y la sorprendió en medio del bosque. Lucía,
asustada, gritó y él la abrazó y la besó con pasión. Al pasar el tiempo, cayó
la noche. Había luna llena. Tox salió de cacería. No sabía que se encontraría
con un adversario digno de su fuerza. La bestia escuchó a los amantes y comenzó
la persecución. Acechado, Tom se convirtió en lobo. La pelea fue muy grande. Tox
mordió a Tom, lo lastimó pero el muchacho siguió peleando. Tox mordía muy
fuerte, Tom aún débil, sólo atinó a subir a Lucía a su lomo y adentrarse en el
bosque. Tenía miedo de perder a su amada. Cuando su padre le contaba la
historia, el descreía de ese monstruo del bosque. Ahora sólo pensaba en salvar
la vida de la muchacha de las garras del otro. Lucía no podía creer en lo que
veía. Era demasiado para ella. Cuando pasó la luna llena, Tom ya había
recuperado su forma humana. Estaba malherido. Lucía decidió llevarlo a la casa
del padre, Jack debía saber lo que le sucedía a su hijo.
Al escuchar la historia, el padre dijo que Tox era
el último de su especie. No podía creer que aún quedara alguno. Aterrorizado
ante la posibilidad de lo que le esperaba a su hijo, lloraba.
Lucía tuvo una idea. Si encontraban a la bruja que
había maldecido a Tox, quizá ella pudiera salvar a Tom. El joven le dijo a su
padre que se ocultaría en el bosque. Jack sollozaba y gritaba que no quería
perderlo. Tom le dijo que se alejaran, que tenía un plan. Que lo hacía por su
propia seguridad y porque no quería lastimar a gente inocente.
Apareció una noche en el bosque, amarró sus brazos
a un árbol con una cadena. Aseguró sus manos y sus pies así cuando se
transformara no podría lastimar a nadie. Al despuntar la luna llena comenzó a
sentirse más fuerte. La noche murmuraba sobre el bosque. Cortó las cadenas y
salió en busca de Tox para enfrentarlo en una lucha a muerte. La luna se ocultó
tras las nubes, la noche se hizo espesa y la lluvia comenzó a caer. Anunciaban
lo que iba a pasar. Los gigantes se encontraron cara a cara. Detrás de los
árboles una luz más enceguecedora que los rayos bañó las frondas. Samira, la
hechicera, vestida de blanco sobrevoló los árboles sobre su caballo alado.
Quería presenciar el desenlace de la pelea final. Tox le reprochó lo que le
había hecho. Lo había esclavizado, lo había llenado de oscuridad. Por primera
vez rodaron lágrimas por las mejillas de la bruja. Le dijo que el amor que ella
sentía por él aún abrasaba su corazón y que su desdén le había hecho conocer el
dolor por eso lo había convertido en la bestia que era. Si no la amaba quedaría
así por el resto de los días. Tox se lanzó a ella. Tom, conmovido por la
historia, fue en su ayuda.
Tox aulló y de las montañas comenzaron a salir
lobos. En todos esos años de furia y dolor, el gigante había estrechado
vínculos con las manadas de la región que ahora acudían en su ayuda. Tox estaba
muriendo y le pidió a Tom que lo ayudara. Las manadas se lanzaron contra Samira
que las derribó con sus rayos. Apelando a sus recuerdos, a su odio, Tox se
lanzó contra la bruja. La alcanzó y le mordió la garganta. Al terminar, él
volvió a ser un hombre pero Tom no corrió la misma suerte. Malherido, Tox lo
llamó y le dijo que nunca dejara de amar, que ahora ocuparía su lugar pero no
cargaría con la oscuridad ni el odio. Así, Tom vivió en las montañas para
siempre asomándose cada tanto a la aldea para ver a Lucía, su amor y a su padre
quienes siguieron con sus vidas y vivieron felices hasta el fin de sus días.
FIN
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