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"A través de la escritura me relaciono con todo." Marcela Ramírez





miércoles, 6 de marzo de 2013

los lobos | romina ávila



Hace muchos años en las montañas de Kambiar, habitaban dos familias que no se conocían entre sí pero quedarían unidas por un mismo destino.
Desde hacía mucho, Jack criaba solo a su hijo, Tom, ya que su mujer los había abandonado. Tom fue creciendo a su lado. Desde niño fue humilde y bueno.  Ágil, ayudaba a su padre a cortar leña en los bosques de las montañas.
Todas las noches, antes de dormir, Jack le contaba la leyenda de un lobo que habitaba en las profundidades del bosque tenebroso.
“Desde hace muchos años, en lo más oscuro de las montañas vive un lobo legendario. Nadie puede llegar a él porque todos temen no salir vivos. Tox, el lobo,  fue maldecido por una bruja. Quien sea mordido por él, se convertirá en una bestia.”
El padre seguía: “sólo el amor puede romper el hechizo y salvar a Tox y a sus víctimas”.
En el pueblo murmuraban que la bestia acechaba. Nadie abandonaba su casa a la caída del sol. Las noches eran oscuras y frías y sólo algunos aullidos rompían el silencio de luna llena.
Mientras Jack contaba la historia, desde lejos se oían gruñidos mezclados con el viento.  Así, cada noche, Tom caía en el sueño.
Desde que recordaba tuvo sueños extraños. Lobos habitaban sus noches y, al despertar, su corazón galopaba como un caballo desbocado.
Con el tiempo, Tom se hizo de amigos, hijos de otros aldeanos. Al cumplir diecinueve años, su padre le organizó una humilde fiesta y lo agasajó con una torta. Uno de sus amigos le regaló una escopeta de caza. Era costumbre de la región que los jóvenes salieran de cacería por las tardes.
Un día, Tom salió a cazar con otros muchachos de la aldea. Brian, uno de sus mejores amigos, había disparado a una gacela hiriéndola. Comenzaron a perseguirla. Entusiasmados se adentraron en el bosque más que de costumbre. Cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, Tom advirtió a sus amigos acerca de los peligros de ese lugar. Cuando miró hacia atrás buscando a Brian y los otros, Tom no halló a nadie. Estaba solo y la luna ya clareaba en lo alto del cielo.
Con su arma y su miedo a cuestas, corrió entre los árboles pero no halló el camino a la aldea.
Jack, entretanto muy asustado, salió en su busca pero no halló rastros de él.
Comenzaron los aullidos. Eran las estaciones del frío y Tom trató de hacer fuego para calentarse. Se recostó y se durmió al calor de las llamas. Al día siguiente, pudo regresar a su casa. Apenas lo vio, Jack se alegró pero su rostro se transformó de repente. Una gran mordedura marcaba el cuello de su hijo. Había sido luna llena.
El padre, alarmado, lo acompañó a su casa, lo acostó y le preparó una cena caliente.
Con el tiempo, el cuerpo de Tom se volvió más fibroso, ágil y fuerte. Su comportamiento cambió. Jack estaba horrorizado. Una tarde sorprendió a su hijo comiendo a dentelladas la carne aún tibia de un ciervo que, evidentemente, había cazado como un animal.
En el pueblo se comentaba que habría una gran celebración en honor a los dioses. Todos podrían participar con la condición de llevar una ofrenda. El padre se sorprendió al saber que Tom no pensaba asistir. Luego de discutir, el joven accedió sin muchas ganas.
En la fiesta, Tom, vagaba entre la gente desanimado. De repente, algo llamó su atención. Una joven bailaba en medio de una ronda. Sus cabellos dorados y sus ojos verdes brillaban en la noche reflejando el fuego que ardía en las lámparas. Su vestido blanco acompañaba sus movimientos. Tom nunca había visto tanta belleza. La comparó a las estrellas que brillaban en el cielo de verano. No podía dejar de mirarla. Tom era muy apuesto también. Sus ojos café eran profundos y Lucía sintió su mirada como una espada. Trató de disimular pero no podía sacarse de su cabeza esos ojos oscuros que la atravesaban.
El muchacho tomó coraje y, acercándose a la joven, le pidió que le concediera un baile. Bailaron toda la noche. Al terminar la fiesta, quedaron en encontrarse al día siguiente. Lucía sabía que no sería fácil ya que pertenecía a una de las familias más importantes de la región y pocas veces tenía la posibilidad de salir sola.
Con la ayuda de Brenda, su hermana menor, logró escapar de su casa. La hermana ayudaba a Lucía no porque la quisiera sino para saber qué estaba tramando; siempre había vivido bajo la sombra de Lucía. La envidia oscurecía su corazón.
Tom la había citado en un lugar muy importante para él. La esperaba detrás de un árbol y la sorprendió en medio del bosque. Lucía, asustada, gritó y él la abrazó y la besó con pasión. Al pasar el tiempo, cayó la noche. Había luna llena. Tox salió de cacería. No sabía que se encontraría con un adversario digno de su fuerza. La bestia escuchó a los amantes y comenzó la persecución. Acechado, Tom se convirtió en lobo. La pelea fue muy grande. Tox mordió a Tom, lo lastimó pero el muchacho siguió peleando. Tox mordía muy fuerte, Tom aún débil, sólo atinó a subir a Lucía a su lomo y adentrarse en el bosque. Tenía miedo de perder a su amada. Cuando su padre le contaba la historia, el descreía de ese monstruo del bosque. Ahora sólo pensaba en salvar la vida de la muchacha de las garras del otro. Lucía no podía creer en lo que veía. Era demasiado para ella. Cuando pasó la luna llena, Tom ya había recuperado su forma humana. Estaba malherido. Lucía decidió llevarlo a la casa del padre, Jack debía saber lo que le sucedía a su hijo.
Al escuchar la historia, el padre dijo que Tox era el último de su especie. No podía creer que aún quedara alguno. Aterrorizado ante la posibilidad de lo que le esperaba a su hijo, lloraba.
Lucía tuvo una idea. Si encontraban a la bruja que había maldecido a Tox, quizá ella pudiera salvar a Tom. El joven le dijo a su padre que se ocultaría en el bosque. Jack sollozaba y gritaba que no quería perderlo. Tom le dijo que se alejaran, que tenía un plan. Que lo hacía por su propia seguridad y porque no quería lastimar a gente inocente.
Apareció una noche en el bosque, amarró sus brazos a un árbol con una cadena. Aseguró sus manos y sus pies así cuando se transformara no podría lastimar a nadie. Al despuntar la luna llena comenzó a sentirse más fuerte. La noche murmuraba sobre el bosque. Cortó las cadenas y salió en busca de Tox para enfrentarlo en una lucha a muerte. La luna se ocultó tras las nubes, la noche se hizo espesa y la lluvia comenzó a caer. Anunciaban lo que iba a pasar. Los gigantes se encontraron cara a cara. Detrás de los árboles una luz más enceguecedora que los rayos bañó las frondas. Samira, la hechicera, vestida de blanco sobrevoló los árboles sobre su caballo alado. Quería presenciar el desenlace de la pelea final. Tox le reprochó lo que le había hecho. Lo había esclavizado, lo había llenado de oscuridad. Por primera vez rodaron lágrimas por las mejillas de la bruja. Le dijo que el amor que ella sentía por él aún abrasaba su corazón y que su desdén le había hecho conocer el dolor por eso lo había convertido en la bestia que era. Si no la amaba quedaría así por el resto de los días. Tox se lanzó a ella. Tom, conmovido por la historia, fue en su ayuda.
Tox aulló y de las montañas comenzaron a salir lobos. En todos esos años de furia y dolor, el gigante había estrechado vínculos con las manadas de la región que ahora acudían en su ayuda. Tox estaba muriendo y le pidió a Tom que lo ayudara. Las manadas se lanzaron contra Samira que las derribó con sus rayos. Apelando a sus recuerdos, a su odio, Tox se lanzó contra la bruja. La alcanzó y le mordió la garganta. Al terminar, él volvió a ser un hombre pero Tom no corrió la misma suerte. Malherido, Tox lo llamó y le dijo que nunca dejara de amar, que ahora ocuparía su lugar pero no cargaría con la oscuridad ni el odio. Así, Tom vivió en las montañas para siempre asomándose cada tanto a la aldea para ver a Lucía, su amor y a su padre quienes siguieron con sus vidas y vivieron felices hasta el fin de sus días.

FIN

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