.

"A través de la escritura me relaciono con todo." Marcela Ramírez





jueves, 1 de diciembre de 2011

tus cinco toritos negros | poema recitado por ana maría ibáñez

Contra mis cinco sentíos, 
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro.

Barreras puse a mis ojos,

tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mi boca,
tu boca las hizo leño.
Puse mi beso en barreras,
tu beso les prendió fuego.
Barreras puse a mis manos,
les hizo sombra tu pelo.
y puse barreras duras
de zarzamora al recuerdo,
y saltó sobre las zarzas
tu cuerpo, torito negro.

Deja, que no quiero verte.

¡Déjame, que no te quiero!

Y luego monté mis ojos

sobre un caballo de miedo;
...tus ojos me perseguían
como dos toritos negros.
y luego metí mis manos
bajo un embozo de fuego;
...tu pelo se me enredaba
igual que un torito negro.
y luego junté mi boca
contra la cal de mi encierro;
...tu boca estaba acechando
igual que un torito negro.
y luego mordí mi almohada
para contener mi beso;
...tu beso me corneaba
igual que un torito negro.
y luego arañé mi carne
de tentación y deseo,
para que no me gritara
que yo te estaba queriendo;
y tu cuerpo encandilado
mimbre, luna, bronce y fuego,
se me plantó ante los ojos
igual que un torito negro.

Deja, que no quiero verte.

¡Déjame, que no te quiero!

El aire del cuarto estaba

temblando con tu recuerdo.
Cien caballos en mis venas
al galope por mi cuerpo,
y yo, jinete sin rienda,
luchando por contenerlos.
Cien herreros en mi boca,
trabajando con mis besos,
y yo queriendo ser fragua
para poder deshacerlos.
Cien voces en mi garganta
gritándome que te quiero,
y yo, ¡mentira infinita!,
gritando que no te quiero.

Salí por aire al balcón...

me tropecé con el cielo.
Aquel cielo quieto y hondo,
verde, blanco, azul y negro,
igual que el de aquella noche
de nuestro primer encuentro
en que me hirieron, al paso,
tus cinco toritos negros.

Y me acordé de aquel aire

que jugaba con tu pelo
como un niño a quien le gustan
los caracolillos negros.
Y me acordé de aquel rayo
de luna, fino y torero,
que puso dos banderillas
de luz en tus ojos negros.
Y de aquel dolor de labios
que nos quedó de aquel beso,
y de aquel dolor de brazos,
y de aquel dolor de huesos
y de aquella caracola
de amor, que quedó por dentro
con un mar de amor dormido:
...que te quiero ...que te quiero.

y se me escapó la voz;

grité: ¡Te quiero!, ¡te quiero!
Y ya no junté mi boca
contra la cal de mi encierro,
y ya no mordí mi almohada
para contener mi beso,
y ya no arañé mi carne
de tentación y deseo.
Junté mi beso a tu boca,
junté mi boca a tu beso,
y otra vez aquel dolor
de cintura, brazo y huesos...
pensando en aquella noche
de nuestro primer encuentro.

Te quise siempre, te quise,

Te quiero siempre, te quiero.

Aunque no puedo quererte,

te quiero.
Aunque no debo quererte,
te quiero.
Aunque en cunas de tu casa
se está meciendo un almendro,
te quiero.
Aunque tú tienes dos lirios
que se te cuelgan del cuello,
te quiero, ¡te quiero!

y aunque ponga más barreras

de zarzamora y sarmiento
para que nunca las salten
tus cinco toritos negros:
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco
tu cuerpo, torito negro,
te quise siempre, te quise.

¡Te quiero siempre!
¡Te quiero!

No hay comentarios:

Publicar un comentario