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"A través de la escritura me relaciono con todo." Marcela Ramírez





viernes, 15 de octubre de 2010

contertulios | marcela ramírez


 
El reino del mar

El mar estaba azul. Las olas arrastraban hasta la orilla las almejas y los caracoles con toda su espuma. Los delfines estaban felices, se reunían siempre a bailar y saltar en la orilla. Eran amigos de las sirenas.
Las sirenas tenían una fiesta. Habían sido invitadas por el rey del mar. Todas estaban contentas embelleciéndose para ese evento. Una de ellas, la más bella, tenía veinte conchas de mar en la cola. Se arreglaba con algas de mar el cabello, se puso una coronilla de caracoles y almejas. Luego, se maquilló con coralinas. Buscó piedras preciosas y se adornó con ellas. Era feliz con sus amigas, las demás sirenas que estaban reunidas hacía mucho tiempo en ese lugar. Sabía, sin embargo, que el rey del mar tenía un hijo muy joven y bello.
Conversaba con sus compañeras sobre el modo de evitar el ataque de los tiburones durante el camino a la fiesta, ya que como todos sabemos, las sirenas son el plato predilecto de los tiburones.
Salieron nadando las quince sirenas. Todas estaban muy hermosas. Nadaban rápidamente pero no pudieron evitar ser vistas por los tiburones. Estaban hambrientos con sus filosos dientes.
Perla, la más bella, comenzó a cantar dulcemente con su voz delicada.
En ese preciso instante, aparecieron los delfines; saltaban y emitían silbidos para salvar a Perla y a sus compañeras.
Los tiburones se retiraron. Los delfines y las sirenas iban graciosamente nadando al reino del mar.
El Rey del Océano salió a su encuentro.
Él tenía el cabello y la barba blancos; y en su cabeza llevaba una corona de oro con incrustaciones de rubíes. Se veía delgado y con cuerpo de pez. El mar estaba frío y lleno de diversos peces.
El rey se sentó en su trono de oro puro con adorno de rubíes, amatistas, rodocrocitas, esmeraldas, turquesas y perlas. Las invitó a sentarse en sillas de oro cubiertas de conchas. Les preguntó sus nombres; primero se dirigió a Perla.
Ella comenzó a cantar dulcemente. Su voz era melodiosa.
El príncipe se hizo presente y cuando la escuchó cantar y la vio, se enamoró perdidamente de ella. La invitó a conversar. Hablaron sobre la vida del reino. Debido a la dulzura, belleza y melodiosa voz de la sirenita, la coronaron Princesa del Mar.
Así, se quedó a vivir en el reino como esposa del príncipe.
Todas sus amigas estaban felices. La saludaban y la abrazaban cariñosamente.
Desde entonces, por las eternidades, viven todos en el fondo del mar.


 
foto: estefanía laviano
  




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